Creando a nuestros héroes: la Virgen con el Niño.

Si existe una imagen que  haya subsistido generación tras generación en la sociedad occidental, esa imagen es la de la Virgen María. Hay múltiples formas de representarla, pero me voy a centrar solamente en una, la conocida como Virgen con el Niño, Madonna o en sus orígenes bizantinos, Theotokos que significa "Madre de Dios". 

Si nos centramos en la esencia de ese modelo iconográfico, es sencillo que haya calado tanto entre nosotros, ya que se trata de una mujer con su hijo en brazos, imagen universal, sencilla, efectiva e impactante donde las haya. Si además, se le otorga un carácter sagrado, tenemos los ingredientes suficientes como para que llegue a formar parte del imaginario cristiano perennemente. 

La primera representación de la Virgen con el Niño se dice la pintó el mismo San Lucas, de quien se cree que era artista por la minuciosidad con la que describe en su Evangelio escenas como la Anunciación. Hay una extensa tradición, sobre todo en el Arte Bizantino (cristiano oriental), al respecto, y os reproduzco uno de los muchos iconos, en este caso del siglo XV, de Lucas pintando a la Virgen:




«Unknown painter - Luke Paints the Icon of the Mother of God Hodegetria - WGA23494» de Unknown Icon Painter, Russian (early 15th century) - Web Gallery of Art:   Image  Info about artwork. Disponible bajo la licencia Dominio público vía Wikimedia Commons - http://commons.wikimedia.org/wiki/File:Unknown_painter_-_Luke_Paints_the_Icon_of_the_Mother_of_God_Hodegetria_-_WGA23494.jpg#mediaviewer/File:Unknown_painter_-_Luke_Paints_the_Icon_of_the_Mother_of_God_Hodegetria_-_WGA23494.jpg

Seguramente os preguntaréis si ese icono original que pintó San Lucas sigue existiendo y donde está. Como supongo que también imagináis, hay tantos iconos pintados por San Lucas como Lignum Crucis (madera de la Cruz), que está presente en tantas iglesias que sería difícil saber a cuantos Cristos crucificaron con tal cantidad de material. Aquí os pongo tres de los ejemplos más conocidos:




Madonna de Częstochowa, conservada en la basílica de Jasna Góra, en Polonia. Se trata de una tabla de 122,2 x 82,2 cm que representa a la Virgen con el Niño en brazos. La tradición dice que fue pintada aproximadamente en el año 66 d. C. y que la madera, de ciprés, fue extraída de una mesa de la casa de la Sagrada Familia.

La imagen ha sido muy restaurada, aunque habría que decir repintada, porque eso es lo que se hizo en la Edad Media. Según el cronista medieval Risinus, se aplicaron unas pinturas que dañaron tanto la imagen que ésta prácticamente desapareció y se repintó encima.


Nuestra Señora de Filermo. Actualmente se encuentra en el Santuario de Filermo, en la isla de Rodas, adonde fue llevada por los Caballeros de la Orden de San Juan de Jerusalen hacia el año 1000. 
Tal vez se trate de un retrato de la Virgen, pero más bien da la sensación de que es una Virgen con el Niño y que la tabla ha sido mutilada. 
Madonna di San Lucca. En este caso la leyenda dice que un peregrino recibió la pintura en Constantinopla, de manos de los sacerdotes de la basílica de Santa Sofía, para que la llevase al "Monte de la Guardia", en Italia. Tras mucho buscar, averiguó que este lugar estaba al suroeste de Bolonia, allí fue llevado el icono en procesión y se elevó la  Basílica de Nuestra Señora de San Lucca, donde hoy se conserva. 







Si os fijáis en estas tres representaciones, las tres tienen en común que son iconos bizantinos en los que la figura de la Virgen aparece sin representación alguna de sentimientos ni comunicación con el niño. Esto se debe, simplificándolo mucho, a que la divinidad en la etapa bizantina aparece muy desvinculada a su carácter humano. Hay que tener en cuenta que en la religión anterior, la grecorromana, los dioses tenían las mismas debilidades que los humanos y en el cristianismo de Oriente esta tradición se rompe. Los ojos miran al vacío, porque ven mas allá de lo terrenal,  y el oro se utiliza profusamente porque es símbolo de la luz divina. No obstante, y dentro del arte bizantino, poco a poco se irán representando tímidamente los sentimientos y la comunicación entre la Madre y el Niño se va haciendo patente, como ocurre con este icono del Monte Athos:




En el arte occidental paleocristiano encontramos la primera representación de la Virgen María en las catacumbas de Priscila, en Roma. Aunque está muy deteriorada, podemos ver claramente a la Virgen María vestida con un velo sosteniendo en brazos al niño. Esta pintura se data entre los años 230 - 240 d.C: 



Fresco de la Virgen María con Balaam
Hacia 230 - 240 d.C.
Catacumba de Priscila, Roma

En el románico observamos la misma tendencia a no representar los sentimientos, con figuras hieráticas, excesivamente majestuosas y distantes que miran al vacío y no se comunican entre ellas, como la que aparece en el frontal de altar de la iglesia de Santa María de Avià, de Berguedà, Barcelona  y que hoy se conserva en el Museu Nacional d'Art de Catalunya: 


Frontal de altar de Avià
Hacia 1200
MNAC


Poco a poco y conforme va avanzando la Historia del Arte esta tendencia va a ir cambiando, y así vamos viendo como cuando llega el gótico se atisban sentimientos en las figuras de la divinidad, que de ese modo resultarán más cercanas al espectador, encontrando ejemplos como la famosa  Virgen Blanca de la catedral de Toledo, donde no solo aparece la Virgen riendo (cuenta la leyenda que sonríe tras la llegada de Santiago Galán de la guerra, cuya esposa, Beatriz de las Roelas, había pasado años yendo a rezar a la Virgen cada día para que su marido regresara) sino que se comunica con su Hijo y éste con ella. Las figuras de los Santos, la Virgen y Jesucristo vuelven a parecer humanas:


La Virgen Blanca
Anónimo s. XIV
Catedral de Toledo.


Pero será con la llegada del Renacimiento cuando por fin se concilien divinidad y humanidad a la hora de representar a los santos cristianos. El arte mira de nuevo hacia la Antigüedad Clásica y el hombre se convierte en el centro del universo, por lo que la representación de los sentimientos será una de las búsquedas fundamentales de los artistas a partir del siglo XIV. Hay múltiples escenas de la Virgen, pero voy a reproducir en detalle una que, aunque no responde exactamente al tipo iconográfico que estamos viendo creo que es muy representativa, pintada hacia 1510 por el gran Leonardo da Vinci: 


La Virgen, el Niño Jesús y Santa Ana
Leonardo da Vinci, 1510
Museo del Louvre.
Con el Barroco seguirá evolucionando esta forma de representar, cada vez más humana, y concretamente en España tras la Contrarreforma, la profusión de imágenes que estilística e iconográficamente están más cerca del pueblo será patente (fijaos si no en los pasos de Semana Santa), como ocurre con esta Virgen de la Servilleta de Murillo que parece el retrato de una mujer corriente con su hijo. Ambos aparecen mirándonos fijamente, de modo que la obra de arte sale del lienzo para adentrarse en nuestro territorio, ¿hay mejor manera de buscar la complicidad del espectador?. 


Virgen de la Servilleta
Bartolomé Esteban Murillo, 1665-1666
Museo de Bellas Artes de Sevilla.

A estas alturas de la Historia del Arte, quien mirase esta última imagen, la de una mujer absolutamente normal y un bebé regordete sabía de sobra que se trataba de la Virgen María. Si nos desvinculásemos de nuestra tradición cristiana, nada nos diría que los dos personajes que estamos viendo, ni los anteriores de Leonardo da Vinci son el Hijo de Dios y su Madre. 

¿Quién pintaría por primera vez a esta mujer con su hijo, vestida de matrona romana?. Lo hiciera quien lo hiciera, su modelo ha pervivido durante siglos. Hoy en día se sigue usando, tanto en el ámbito religioso como en el no religioso. Mirad esta imagen de una conocida marca de alimentación que, salvando las distancias, recuerda a este modelo: 



Madres con hijos hay miles, pero la forma de representarlas deja patente que el modelo de la Virgen con el Niño está bien arraigado en nuestra cultura: 





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